The healer.

sábado, 4 de octubre de 2008

Cuando fui, sin que nada me estorbase e interrumpiese, sin saber que iba a encontrar, me quedé unos minutos en silencio. Como aquel que entra al despacho de su jefe el primer día de la entrevista. No sé si tímida o sin ganas de querer exponer nada. No hizo falta.
Él rompió el silencio.
No se precisó que yo le dijera qué pasaba, qué sentía o qué dudas tenía.
Él rompió el silencio.
No tuve tiempo a decidirme si contarle o quedarme callada, sólo fueron segundos sin habla.
Él rompió el silencio.

Otra vez desnudó mi alma por completo. "¿Por qué lo callas? sé perfectamente lo que sientes".
Ahí ya no pude contenerme. Igual que una niña corre a los brazos de su papá después de haberle perdido de vista en un centro comercial durante 2 min. Ahí vino Él, experto en la delicadeza y el más sabio en la exhortación.

Me quedé sorprendidísima, incluso temblé cuando minutos más tarde en la cocina escuché por la radio la voz de una chica, una voz muy dulce, entre 20-25 años, diciendo esto: "Te espero. Espero a que tomes un momento y te sientes, como cuando quedas con alguien a tomar un café. Que me cuentes, que te abras... yo quitaré tus miedos. No hagas caso a lo que dicen. Sólo yo sé cómo eres, sólo yo digo lo que eres, y sólo yo digo lo que puedes lograr. No les escuches. Eres mía, desde el momento en que naciste. Siéntate en mi falda, cuéntame y llora en mi hombro. Quiero oler tu perfume, oír tu voz y tocar tus rizos. Yo quitaré tus miedos. Yo te protejo, princesa."
Ahí, en la cocina, con los guantes y la espuma, no podía creer lo que acababa de oír. No sabía qué sintonía, ni quien hablaba, a qué se refería lo que esa chica acababa de recitar... pero empecé a temblar, apagué la radio y, ahí en un rincón, me encojí sentada en el suelo. El E.S me habló de una manera inesperada. Y lo repito, es experto en la delicadeza y el más sabio en la exhortación, y explayarme en contar cómo es Él sería eterno e imposible... ni el mejor poeta con los mejores adjetivos podría expresar tal y como es Él.

Ahí en la cocina, sola, escuché su voz. Y fueron las cuatro palabras tan profundas... y su presencia tan palpable... "Te quiero cada día" No sé cuanto tiempo estuve ahí sentada en el suelo. Entendí, lo entendí de verdad... No puedo cerrarme ni ocultar lo que hay en mí.

La forma en cómo me trata, con tal puro amor, lo que puramente es Él.

1 comentarios:

Bollycao dijo...

Me encanta cómo describes todo, hasta el más pequeño detalle.

Es otro nivel de intimidad. Lo mejor...es que hay más.

 
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